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Publicada en la edición digital de El País el 13 de marzo de 2012 y tomada en Gaza por el fotógrafo Marco Longari para la agencia AFP. Muestra a una familia llorando el cadáver de un adolescente muerto durante los bombardeos del Ejército israelí.
Desde un punto de vista denotativo, esta fotografía se caracteriza por la armonía y un peso visual repartido. La elección del plano, los colores, la luz y toda su composición sugieren el dolor, la tragedia, la violencia o la tristeza de los acontecimientos con los que está relacionada la imagen (análisis connotativo).
La abundancia del tenebrismo y de tonos oscuros provoca un ambiente inquietante y da una sensación de que la muerte inunda la sala. El negro y las sombras evocan la pena, el aislamiento o la intimidad. Esa oscuridad, probablemente provocada por el fotógrafo con el flash elegido, hace que la pared blanca del fondo también parezca oscura. De este modo la sábana blanca que envuelve el cuerpo del difunto brilla y contrasta más con el resto de los elementos de la imagen. Al tratarse de un adolescente fallecido, el hecho de destacar el blanco tiene un gran sentido simbólico, ya que es un color que representa a la inocencia, la fe, la pureza o lo espiritual.
El cadáver posee por tanto una gran valor visual, por el color blanco y por ser el único personaje que está en posición horizontal (calma, estabilidad) totalmente opuesta a la del resto. Esa fuerza visual ha llevado al fotógrafo a situarlo en el tercio inferior de la imagen (zona de menor peso visual) de modo que en los dos tercios superiores (familiares) la acción y el dramatismo también cobre importancia.
La sábana del cadáver agarrada por el hombre de la izquierda llevándosela a la cara y la mirada de éste dirigida al fallecido hacen que casi veamos las dos figuras como una sola formando el triángulo del primer plano (compensado en un segundo plano por otro que está formado por los tres hombres más jóvenes). El hecho de que los rostros de los familiares aparezcan más iluminados que los del muerto demuestran que el fotógrafo quería dar más importancia al gesto de dolor de éstos que al morbo de mostrar un cadáver, el cual se ve en penumbra a pesar de estar en el primer plano. Por tanto la tragedia de la muerte se ve reflejada en ambos planos llamando a la emotividad sin abusar del sensacionalismo.
Hay una pequeña perspectiva que, junto a las sombras, da una sensación de profundidad en un espacio reducido.
Por último, la mirada del hombre del fondo nos dirige a la del de la derecha. Éste mira hacia el anciano quien, a su vez dirige sus ojos al joven fallecido. Esta posición de las figuras (mezcla de la espontaneidad y la intención de periodista), el tenebrismo y el dramatismo de la fotografía evocan claramente a las obras pictóricas que desde hace siglos han venido representando la muerte.
